miércoles, 27 de abril de 2011

Una reflexión ligera: del súper ego al sexo cibernético

Todos (o casi todos) tenemos, en el fondo o en la superficie, una vena exhibicionista. ¿De qué, sino, el éxito rotundo de facebook, twitter, el resto de redes sociales o blogs varios? Es nuestra manera, si no somos famosos, de dejar rastro para la posteridad, y ¿por qué no?, para el momento actual. Muchos soñamos con que nuestros post sean los más leídos, nuestros perfiles los más admirados, y tengamos, en fin, un largo número de fans que, aunque no sea lo mismo que las groupies de antaño para los viejos roqueros, sirvan para mimar y engordar nuestro gran ego, que aunque no seamos nadie seguro que lo tenemos. Podría parecer que a algunos internet nos basta, pero no hay que hacerse líos: ¿quién es el tonto que dice no a una tele cuando nos proponen dar el salto de youtube a la pequeña pantalla?  Internet tiene millones de usuarios: la competencia es feroz pero el acceso es de lo más democrático, por lo menos en ciertos países. Si eres bueno y si lo que cuentas tiene interés, ¿por qué no vas a destacar por encima del resto de proveedores de contenidos?

También los hay que utilizan internet para relacionarse, no ya en busca de gloria, sino para ligar o hacer amigos. La falta de tiempo hace que que la red sea la vía más fácil para poner nueva gente en tu vida. Primero fueron los foros o antiguos chats donde se ligaba con mucha facilidad, aunque no todas ciber relaciones pasaran a algo más; después han seguido las redes sociales donde conocer gente es muy fácil. Ahora, rizando el rizo, llega una página de curioso nombre http://www.victoriamilan.es/ que se ofrece como una alternativa exclusiva y discreta para personas comprometidas que busquen una aventura. Ayer, hablándolo con mi chico, no logramos llegar a una conclusión clara: ¿esta web tiene visos de ser un éxito o, por contra, caerá pronto en el olvido? La primera idea fue pensar que será un auténtico fracaso: si uno quiere ligar, puede hacerlo en las redes sociales tradicionales sin ningún problema. Pero después, pensándolo un poco mejor, caímos en la cuenta de que el que se postula para adúltero no tendrá ningunas ganas de hacerlo vía facebook, no sea que le pillen, claro. Lo de esta web es llamativo: la ciudad de Madrid está forrada de publicidad en opis y soportes similares enfocada (o por lo menos los anuncios que yo he visto) a las mujeres con frases como: ¿Estás casada? Pon pasión y emoción a tu vida sentimental. ¡Ten una aventura!
¿No es un un poco indigno, incluso inmoral, incentivar a la gente a cometer infidelidades? Por lo pronto, según me ha comentado mi chico -que se ha dado de alta para cotillear-,  a día de ayer había apuntados cientos de suecos y noruegos, una mujer de Barcelona y él  ¿Habrá cambiado la cosa en 24 horas? ¿Alguno de vosotr@s lo quiere averiguar?

viernes, 15 de abril de 2011

¿Será que al final he acabado poniéndome botox?

Hace un buen puñado de años, en aquellos tiempos en los que despertaba al amor, tuve un pequeño incidente con un colirio. Había pasado el día en la playa con el afán de conseguir un agradable bronceado ante mi inminente cita por la tarde con Jorge Pulido, un chico que me gustaba. Al volver de la playa, ni mis padres, ni mis hermanos, ni tan siquiera mi abuela -que por entonces vívía con nosotros-, se encontraban en casa. Con la casa para mi sola, me tome mi tiempo para arreglarme a conciencia. La ocasión para mí lo merecía. Una ducha larga, una buena capa de crema en mi piel tostada, un golpe de secador para moldear ligeramente mi larga melena, y unas prendas minis que realzaran mi figura bastaban para dotarme de cierto atractivo a los ojos de Jorge Pulido. Después de mi acicalamiento, ya lista para marcharme, fijé la mirada en un pequeño botecito de colirio. ¿Acaso no iba a estar más guapa con los ojos brillantes? No me lo pensé dos veces y ni corta ni perezosa abrí el envase, tiré mi cabeza todo lo atrás que puede, con la mano derecha me bajé el párpado inferior y con la izquierda apreté ligeramente el pequeño recipiente. Un par de gotas en cada ojo y en unos minutos estaría lista para marchar. Pasaron, creo recordar yo, tan solo unos segundos hasta que la vista se tornó borrosa. Quise quitarle importancia, en breve la vista se recuperaría. El tiempo, inexorable, no transcurrió precisamente a mi favor. La hora de la cita se acercaba pero mi vista languidecía. Al paso de los minutos quise avisar a mi futuro noviete, llamar por teléfono a Jorge para decir que llegaría algo tarde pero no fui capaz de ver los números del teléfono (por entonces teníamos en casa aquellos de ruedecilla). Al cabo de una hora, calculé yo, mi cita se había estropeado y mis ojos sin vista seguían. Poco tiempo después llegó mi madre y allí me encontró, angustiada, sin ver más alla de unas sombras. La risa al final fue descomunal: el colirio, recetado a mi abuela, era de aquellos que se expenden para poner antes de un examen ocular provocando dilatación de la pupila hasta límites insospechados.

Tal historia la he recordado hace un rato, después de ir a la farmacia en busca de un fármaco que me aliviara una reciente alergia que me provoca sequedad ocular y sensación de arenilla en ambos ojos. Al explicar mis síntomas al farmacéutico este no lo ha dudado y me ha vendido un colirio a su juicio maravilloso a un precio ciertamente elevado. De nombre Vitadrop asusta un poco por su color rojizo pero la promesa del farmacéutico de aliviar mis síntomas me ha infundido valentía para ponerme unas gotas en ambos ojos. Al final ha sido peor el remedio que la enfermedad: los párpados se me caen y los ojos, inyectados en sangre, más bien parecen los del vampiro Lestat de cacería una noche. Recuperada de mi shock frente al espejo, me he dispuesto a leer con atención la composición del colirio recomendado. Ácido hialurónico es su principal componente, el famoso botox. Pero este farmacéutico, ¿qué demonios se habrá creído?