martes, 21 de junio de 2011

Ser voluntaria, ¡mola!


De voluntaria, vendiendo papeletas
Ayer se celebró en la maravillosa terraza del hotel Mirasierra Suites de Madrid un cóctel para recaudar fondos para los damnificados del terremoto de Lorca. El cóctel, organizado por la Fundación Arte y Gastronomía y su cabeza visible, el inquieto José Manuel Iglesias (tambíen artífice de La Gastrored) reunió a parte de la crème de la crème de los fogones de este país. Verdad es que no estaban todos los que son, pero, os aseguro que sí eran todos los que estaban. Los cocineros colaboraron de forma desinteresada cada uno de ellos ofreciendo un plato en miniatura. Mi amiga Montse Ambroa y yo ejercimos de voluntarias y colaboramos como buenamente pudimos. Montse acompañando a un cámara de la televisión murciana enseñándole al neófito el quién es quién gastronómico. Yo, vendiendo papeletas a los asistentes y dándoles así la posibilidad de ganar una suculenta cena (o comida) en Arzak, Akelarre, Mugaritz, El Celler de Can Roca (que ganó el encantador Pedro Ureña), Bella Lola, Martín Berasategui y La Casona de Pizarro, además de un jamonero (que se llevó el flamante marido de Cristina Tierno) y una botella de Möet Chandon (que consiguíó mi amiga Laura Grani). 
Las chicas de Barbadillo

 
Muy bien ubicada, junto a mi cocinero preferido Ramón Freixa y con las chicas de Barbadillo enfrente que, últimamente, están en todos los saraos. También tuve el placer de pasar un rato con mi reciente amiga Mónica de Torre, a cargo de la rama virtual  y redes sociales de Hamburguesa Nostra (y autora de casi todas las fotos). 
El súper chef Ramón Freixa, Mónica de Torre, ¡¡Rappel!!, Laura Grani, y Emilio Ramajo

Acompañada de Ramón Freixa, Laura Grani, Rappel y Emilio Ramajo
Mis amigos Laura Grani, Emilio Ramajo, Pepe Gorines, Alberto Granados, Begoña Tormo, el mago Rappel (que no nos dijo nada de nuestro futuro, no) y un largo etcétera del gremio de los plumillas y la gastronomía completaron una velada de voluntariado muy divertida.
Con Begoña Tormo y Pepe Gorines
 
El exitoso escritor Alberto Granados, siempre
rodeado por su harén particular
Al final, unos cuantos acabaron tomando copas en el Urban pero esa ya es otra historia de la que todavía no sé nada.

viernes, 10 de junio de 2011

Javier de las Muelas y el bramble

María con su cosmopolitan y yo con mi bramble,
el pasado febrero en el Dry Martini
Vaya por delante que Javier de las Muelas siempre me ha parecido un señor. Por su forma de hablar, por las cosas que dice y por lo educado y afable que es (tanto a través del frío teléfono como en persona). Además de estos atributos personales, es un gran coctelero, o barman, o como quiera que se llamen a estos señores que nos preparan y sirven combinados. Sus coctelerías funcionan de forma impecable con personal formado y atendiendo como los barmen de antaño. Pero, ¿hasta que punto controla Javier de las Muelas lo que se sirve en su casa? Por lo visto, hay cócteles que se escapan a su supervisión. Tal es el caso del delicioso bramble que tomé el pasado febrero en el mítico Dry Martini de Barcelona. En vaso corto, con hielo picado, es una fántastica combinación de ginebra y frutos rojos, nada empalagosa pero a la vez dulce como un buen beso. Ayer, en la inauguración matutina de la terraza del Dry Cosmopolitan Bar, quise repetir tan sensacional experiencia pero los barmen del lugar no conocían el cóctel, y al parecer, De las Muelas tampoco. Después de mirarme confundido se apresuró a asegurar que en la carta del Dry Martini no tienen este cóctel y que, quizás, me confundía de lugar. ¿Cómo iba a olvidar yo el lugar donde gocé del paso del sabroso trago helado por mi garganta? Menos mal que salíó en mi ayuda un caballero desconocido que aclaró que ese cóctel lo habían tenido coincidiendo con la feria ARCO. ¡Claro, yo estuve en febrero! Al final, tuve que conformarme con una copa de champagne Mumm, que según dicen, nunca falla. De las Muelas prometió estudiar la posibilidad de recuperar el bramble, aunque no sé si hoy recordará sus propias palabras. Espero que así sea y poder deleitarme en breve de esta copa que impresionó a mis papilas  gustativas. Pero esta vez espero tomármela en Madrid, más que nada por la cercanía a mi casa (aunque no estaría de más que también se pudiera tomar en Bcn así puedo dejarme caer por el Dry Martini de vez en cuando).
Terraza del Dry Cosmpolitan a un paso de Colón. Fotografía de Jordi Poch

Javier de las Muelas, fotografiado por Jordi Poch, a la entrada del Dry Cosmopolitan

miércoles, 8 de junio de 2011

Bodegas Naia en Rueda:un bello cisne entre bandadas de patos

Viñedos de Naia en La Seca

Eulogio y Cristina, mostrándonos
la bodega

Gracias a mi colega y amiga Laura Grani ayer tuve el placer de disfrutar de una agradabilísima visita a Naia, una de las bodegas de Rueda que, pese a su juventud, está pegando muy fuerte en cuanto a premios y a acogida del público. Quienes me conocéis sabéis que no soy muy amiga de la uva verdejo pero el tratamiento exquisito que le dan en Naia ha cambiado, si no por completo, la percepción que normalmente tengo de esta variedad. Sobre todo con Naiades, la gama alta de la bodega, donde la madera se funde con delicadeza en los aromas y sabor del vino.
Cuando uno visita una bodega recibe siempre una clase magistral de cómo hacer vino, y en este caso, del bueno. Las explicaciones de Eulogio Calleja, director técnico de la bodega, y de Cristina, la joven enóloga, fueron tan amenas como didáctivas. El mal tiempo nos impidió una visita más extensa a pie de viñedos que, al final, aprovechando un claro, pudimos visitar breve pero instructivamente. Naia, una bodega que por nombre uno podría pensar que se encuentra en plenas Rías Baixas, debe su apelativo a un cartel de una localidad gallega que los socios vieron en una estancia por aquellos lares. Un nombre que ha dado mucho juego a la bodega a la hora de bautizar a su mejor vino, Naiades, remitiendo a las ninfas de la mitología griega hijas de Zeus, o al joven más chispeante y divertido como K-Naia.

En plena cata

Como compañeros de viaje la discreta, aunque siempre certera cuando del mundo líquido se trata, Raquel Pardo y el afable y cariñoso Segundo López, entre otros, pusieron la nota de sapiencia vitivinícola que en este tipo de escapadas siempre se agradece.


A pie de viñedos
La visita a la bodega culminó con un ágape digno de reyes con las viandas a la brasa: unos gigantescos carabineros, un mero rosado, pez mantequilla (hasta la fecha, como creo que al igual que la mayoría de los comensales, solo lo había probado en crudo) y una ensalada variada acompañando a los frutos del mar.

Carabineros a la brasa por el maestro de las barbacoas (y de los vinos)  Eulogio Calleja
Todo regado, ¡cómo no!, por los tres vinos de Naia (K-Naia, Naia, y Naiades) y por dos tintos espectaculares, también del grupo pero de otras bodegas de la tierra de Zamora y la Ribera del Duero, como son Cenit y Dominio de Atauta, obra ambos de una jovencísima enóloga de nombre Almudena Alberca, pero esta ya es otra historia.

Foto de parte de la 'familia'

jueves, 2 de junio de 2011

Cilantreando...

Barra de Cilantro. ©Félix Soriano
Hay sitios que enseguida conquistan mi corazón, y ya se sabe que al corazón se le conquista por el estómago. De Pepe Gorines, alma mater y cocinero de Cilantro tenía muchas referencias pero la realidad, al final, ha superado cualquier elecubración. Lo que consigue Pepe Gorines en Cilantro Gastrobar es servir unos platos de magnífica elaboración a partir de una materia prima de primera y que el precio sea, no sólo moderado, sino francamente económico. Y esto no es moco de pavo.
Ayer fue la cuarta vez que visitaba Cilantro. Mostrárselo a un colega, también de la rama gastronómica, era una buena excusa para volver a visitarlo. María Forcada no podía faltar en la kedada, no en vano ella, buena amiga de Gorines y antigua socia suya en el restaurante A Bocados, me enseñó el lugar. Al final, el encuentro de ayer también se vio ampliado con un Enrique Calduch (otro periodista) que, solitario, ojeaba el periódico en la terraza. Pero vayamos por partes.
Pepe Gorines, fotografiado por Félix Soriano
Algo tarde a la cita llegué yo (¡qué raro!) y ya estaba mi colega Adrián esperando. A María no la esperábamos hasta las tres. Enseguida el afable Pepe Gorines nos recibió. Por su aspecto cualquiera diría que es un vasco de pura cepa, pero no, madrileño de Chamberí. Quizás sus años pasados en Donosti le hayan dado ese aire. En Cilantro sonaba la BSO de Kill Bill. Entre música de spaghetti western y malagueña salerosa nos tomamos un pintxo de 'fideuà de pulpo con su tinta acompañada por un all-i-oli suavísimo'. Muy rica, la verdad. Al llegar María, pasamos al comedor (en este caso, la terraza que, con el solecito, se hacía agradable comer fuera). Los cuatro (ya con Calduch) nos dispusimos a dejarnos cuidar. ¡Marchando una de 'ensalada de tomate con queso parmesano y pesto'! ¡Qué rica estaba la ensalada! Un plato sencillo, pero sabroso. Continuamos después con unos 'chipirones a la plancha con mermelada de cebolla': llanamente deliciosos. La comida desembocó en la 'Gastrohamburguesa', un de los platos estrella de la casa, con carne Angus de Texas y también pan norteamericano. En el caso de Adrián y Enrique, la versión clásica; para María y para mí, la hamburguesa de primavera, fuera de carta y que todavía no habíamos probado. Después de haber estado, recientemente, una semana probando hamburguesas (un reportaje me ha 'obligado' a ello) me tomé con fruición la versión primavera de la Gastrohamburguesa. De postre (sí, al parecer todavía teníamos sitio en el estómago) la ya famosa cheesecake traída del mismísimo Brooklyn que Pepe Gorines tiene en Cilantro y una tarta de manzana, esta ya de elaboración en la casa. Los gin tonics de después de haber comido con champagne supieron bien, muy bien, y al final la tarde se alargó hasta límites insospechados. Porque lo que tiene Cilantro, aparte de ser un lugar donde comer muy bien por muy poco, es que Pepe Gorines es un anfitrión maravilloso que hace que uno, en su casa, se sienta súper a gusto. Porque seamos serios, ¿en qué otro restaurante te ponen como hilo musical la banda sonora de Kill Bill? ¡Y qué no pare la música! Por cierto, mañana vuelvo.
Para los gastrónomos impenitentes, comentarles que en Cilantro se puede comer y beber por un precio medio de 30 euros. Además, si uno quiere controlar el gasto también puede ir a través de la web de reservas gastronómicas low cost http://www.degustamadrid.es/ y disfrutar del menú de Cilantro Gastrobar a tan solo 25 euros.
Cilantro está en Gral. Álvarez de Castro, 7. El teléfono es el 91 445 55 53.