Vaya por delante que no me disgusta saludar. La cosa entretiene, a veces divierte, aunque otras muchas te impide hacer cosas que tenías la clara intención de hacer. Me explicaré. Día central de Madrid Fusión. Franqueo la puerta del hall del Palacio de Congresos, recojo una funda para mi acreditación de prensa y a partir de ahí es todo una locura de encuentros con gente variopinta, viiejos conocidos, amigos feisbuqueros y demás fauna gastrónoma. Prácticamente no logro ver más allá de la sala de bartenders adonde me arrastra mi amiga María. Claro está que la hora obliga: trabajo atrasado me mantiene frente al ordenador y no aparezco por la gran cumbre gastronómica hasta las cuatro de la tarde. Tengo ocasión allí de conocer personalmente al caballero de las Muelas, barman de los de antaño, artifice del bien hacer tras las barras. Me quedo con las ganas de departir con él algo más, no es este el momento ni el lugar de una pequeña charla tranquila. Veo al maravilloso Víctor García de Haro (tan interesante como el maestro pero mucho más joven) preparando Gin Mare con tónica a destajo. Los adeptos al gin tonic han encontrado su templo, aunque, según me cuentan algunos de los combinados no son todo lo buenos que parecen ser (y no hablo, por supuestísimo, de las presentaciones de Víctor ni de Javier de las Muelas). A la bañera me remito. 'Mi adorado Víctor', como lo llamó ayer Juan Carlos Maroto de Global Premium Brands, me dio una noticia agridulce que me alegra infinito por él, me da una envidia sanísima, y me entristece egoistamente. Él me entenderá.
Víctor García de Haro en el Bar Show. (foto robada del muro de Víctor, jaja) |
Después de un rato en la zona lounge me escabullo escaleras arriba aunque sólo sea por ver qué firmas están este año representadas. Paro bien pronto a saludar en la zona Mahou al ubicuo José Ángel Sierra. Me quedo en los alrededores con compis del Canal Cocina y demás amigos de profesión. Yanet Acosta le echa el ojo a unas anchoas en el stand madrileño de enfrente. ¡Maravillosa sorpresa comprobar que son las deliciosas anchoas de Casa Santoña! Amablemente pido permiso para llevarme la fuente y compartir con los compañeros las mejores anchoas que he tenido a bien probar (no ayer, sino un par de años ha en una olvidable fiesta de La Cazuela). Las anchoas ayudan a diluir el gusto del gin tonic, y aprovecho para acompañarlas con un tinto Grego, muy rico el madrileño. En esas pasa Ana Roldán con Frank Cabanes, cocinero del equipo de Goizeko Kabi, a quien me alegro infinito de ver. Me engancho un rato a ellos, poco, y en esas que pasa por ahí Jose Cabrera de Vega Carabaña que promete avisarme en cuanto salga la primera cosecha del año de sus ya famosos tomates (Ramón Freixa hace con ellos su conocido plato '10 maneras de comer tomate'). También me entero de los nuevos planes de Arola en el palacio de Linares: el efímero restaurante al que Madrigal puso nombre este verano cae en manos del catalán con un concepto bistró que descubriremos en poco más de medio mes. Él torbellino Grani me insta a ir de nuevo a la zona de los gin tonics. Allí retomo mi encuentro con el equipo de SoMa, el tristemente poco conocido restaurante del hotel VIncci de la calle Goya, pero no por ello menos bueno. Su chef, Jorge Lacera (a quien recordaba mucho más serio) y el jefe de sala, de quien sintiéndolo mucho no me quedé con su nombre, secundan a una guapa y divertida Patricia Rubido, subdirectora del hotel y máxima responsable del restaurante. Con gran cariño me saluda Patricia, de lo cual me alegro, parece ser que el buen rollo que me inspira es un sentimiento mutuo. (Desde aquí te mando muchos besos, Patricia, y un claro deseo de que te comas en estos días la Gran Manzana). También las Aracelis estaban por ahí: madre e hija, como siempre, adorables conmigo. La mamá Conty me hace prometer que iré un día a su clase como 'profe' invitada. ¡Qué ilusión! ¡A ver si aprendo de la maestra!
Eso es todo, amigos, este fue mi Madrid Fusión. Claro que, a veces, para lo que hay ver (léase afamado y reputado cocinero belga, según muchos la sensación del momento, cocinando in situ en su genial ponencia una ensalada con queso de cabra) casi es mejor pasar un rato divertido aunque aprender, lo que se dice aprender, no se aprenda nada. Poco después mi tarde concluyo con una visita tardía a la presentación de La GastroRed. Y cosas de la vida, la presentación me dio, aparte de unas copas de vino de más, algo que todos los padres quieren para sus hijos, esto es, un pan debajo del brazo. Un delicioso pan traído de La Colegiata en Murcia, con promesa de que su frescor va a durar lo menos quince días más. Y así volví a casa, tan feliz, en metro con mi pan.