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domingo, 8 de agosto de 2010

Nadie es perfecto


Cuando yo tenía veintiún años, hice un largo viaje por los Estados Unidos, un viaje en el que visité, entre otras, ciudades como Nueva York, Nueva Orleans o Miami. Como podéis imaginar, en aquella época no tenía mucho dinero -aunque más o menos como ahora, ¿para qué engañar?- por lo que la mayor parte de mi alimentación consistía en platos rápidos y económicos. Bien es cierto que en el largo viaje visité buenos restaurantes donde comí la mejor carne de vacuno que he probado en vida, dicho sea de paso, pero el grueso de mi sustento se basaba en hamburguesas, pizzas y comida china. Además de propiciar unas experiencias alucinantes y dejarme en la memoria unos recuerdos extraordinarios, este viaje provocó en mí que en los años venideros no volviera a visitar un templo fast food. Desde entonces, puedo decir sin faltar en absoluto a la verdad que yo jamás como pizza rápida, burgers de cadenas norteamericanas ni comida china fast food. En mi viaje, parte del cual hicimos en coche, descubrí unos locales de comida rápida desconocidos en España, situados al pie de carreteras norteamericanas: los Taco Bell.
Los pseudo tacos que allí vendían me apasionaron, y tengo que reconocer que, durante todos estos años, he guardado en mi memoria un gran recuerdo de su sabor. Durante casi veinte años he recordado los tacos de Taco Bell y ahora, desde hace unos meses, puedo volver a disfrutar de ellos en un Taco Bell situado en un centro comercial cercano a mi casa. Y aunque no voy mucho, a causa de Taco Bell he vuelto a franquear las puertas de un fast food, porque, parafraseando la mítica expresión de Joe E. Bell en Con Faldas y lo loco, 'nadie es perfecto'.