Tres días en Catalunya siempre me saben a poco. Cuando llegando por la autopista cruzo el cartel de bienvenida a la comunidad catalana, siempre me embarga la emoción de sentirme en casa. Cada vez que voy recalo una temporada larga en la pequeña ciudad de mi infancia y juventud, Castelldefels, un lugar que, ahora, con los años he aprendido a valorar. Recuerdo muchas veces con nostalgia la primera parte de mi vida transcurrida en Castelldefels, un lugar donde todavía tendría amigos si no se hubiera ido la mayoría a vivir a otros lugares del mundo. No obstante, sin apenas amigos, también disfruto de una de las mayores bondades que me ofrece el lugar, esto es, una inmensa playa, nada masificada, donde tomar largas sesiones de sol y baños en el mar. Este año he tenido una avanzadilla catalana y he pasado tres días junto al mar, con primer baño, tres días en los que he disfrutado de la playa y de las maravillosas pizzas y empanadas de mis tíos Jorge y Rosario, dueños de una pequeñísima pizzeria de nombre El Hornero (C/ Agustina de Aragón, 93), situada en Vistalegre, un barrio obrero y de emigrantes andaluces de Castelldefels. Sobre todo las empanadas, al estilo uruguayo, son un manjar que no por sencillo resulta menos delicioso. ¡Ay, los sabores de la infancia!
sábado, 3 de julio de 2010
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